divendres, 27 de novembre del 2009

La patente de la rueda y la patente del Sol

Una patente es un conjunto de derechos exclusivos que un estado otorga a un inventor a cambio de que éste haga pública su invención. Las patentes, junto con los derechos de autor y las marcas registradas, es uno de los aspectos de la propiedad intelectual.

Más en concreto, el poseedor de la patente puede impedir a terceros usar la tecnología patentada por un periodo de tiempo que suele ser de veinte años. En teoría, el invento que se patenta debe ser novedoso, no debe ser evidente y debe tener una utilidad industrial práctica, aunque esto depende un poco de cada legislación. La patente se considera una propiedad como cualquier otra, así que una patente se puede vender, alquilar, regalar o hipotecar.


En principio, la patente parece una buena idea, pues por un lado la patente incentiva en la inversión en desarrollo e investigación, y por el otro lado asegura que los inventos patentados al cabo del tiempo pasen al dominio publico y no se guarden secretos para siempre.

En la práctica hay varios problemas graves. La mayoría de ellos provienen del hecho que las patentes se pensaron en un contexto histórico muy distinto al actual.


Frecuentemente se otorgan patentes a inventos que no son realmente novedosos. Ya sea por la ineficiencia de las oficinas de patentes, por el lenguaje enrevesado que se suele emplear o por el interés de las oficinas de conceder patentes (y así hacer negocio), muchas veces se patentan ideas triviales, ideas ya conocidas o variaciones mínimas de estas ideas. En caso de demanda, estas patentes se declararían (o se deberían declarar) inválidas. Es conocido el australiano que el año 2001 consiguió patentar un "dispositivo circular para facilitar el transporte" (la rueda).

En la actualidad, el avance tecnológico muchas veces (aunque no siempre) se basa en multitud de pequeñas mejoras, más que en grandes inventos individuales. El hecho que haya multitud de patentes sobre pequeñísimos desarrollos hace que el conocimiento se fragmente, ya que en la práctica ninguna persona o empresa dispone de todas las patentes necesarias para el desarrollo de ningún dispositivo.

En este contexto han aparecido las patent trolls, compañías que, sin hacer ninguna inversión en investigación y desarrollo, se dedican a comprar miles de patentes a bajo precio y a demandar a diestro y siniestro, simplemente buscando compensaciones económicas. Muchas empresas, ante la incertidumbre de un juicio, prefieren pagar a la patent troll.

A nivel más concreto, las farmacéuticas mantienen monopolios sobre sus fármacos gracias a las patentes, impidiendo la competencia y fijando un precio elevado, lo cual repercute gravente sobre la sanidad de los paises pobres.  A ésto,  las farmacéuticas argumentan que el precio del medicamento incluye los costes de investigación y desarrollo (además de los congresos y regalos con los que "sobornan" a los médicos, añadiríamos nosotros).

También está en discusión qué es patentable. ¿Se pueden patentar secuencias genéticas? ¿células madre? ¿programas de ordenador? ¿tradiciones? Diferentes legislaciones ofrecen respuestas distintas a éstas preguntas. En concreto, los programas de ordenador no son patentables en Europa, pero sí en Estados Unidos. Las patentes de software suponen un impedimento al avance del software libre, pues legalmente no se puede implementar una alternativa libre a un código sujeto a patentes.
No hay patente. ¿Es que acaso se puede patentar el Sol?
El inventor de la vacuna contra la polio, Jonas Salk, ante la pregunta
"¿Quién es el propietario de la patente de la vacuna?".

¿Qué hacemos pues con las patentes?

3 comentaris:

Anònim ha dit...

La única razón por crear patentes es por la "equivocada" idea de que alguién no va a investigar si no es que tiene un incentivo económico para hacerlo. Quizás eso es cierto en el caso de empresas privadas que gran afán de lucro y con prespectivas humans muy poco maduras.

Sin embargo, creo realmente, que seria mucho más provechoso que los goviernos invirtieran en investigación para crear vacunas i luego que desapariciera la patente, y así nos ahorrariamos de dar ganancias astronómicas a grandes lobbies farmaceúticos por la estranya assimilación de la idea que el conocimiento tiene propietario.

El conocimiento es un recurso como el agua, el aire o el sol, como lo tendria que ser el suelo. Nacie paga para saber cosa, y nadie tendria que cobrar por saber o descubrir otras. Lo único, es que todos deberiamos invertir de forma pública y transparente en la investigación, porque así los incentivos no económicos que tienen los científicos por investigar no sean menospreciados por un coste de vida demasiado elevado.

Fuera patentes, viva el conocimiento libre, y viva la investigación pública gratificante!

lakk.

Isabel Barriel ha dit...

en mi blog tienes un premio

Isabel Barriel ha dit...

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